Vacaciones familiares
Caso
Juan y Marta llevan quince años casados y tienen tres hijos; el mayor, Félix, con 13 años. Todos estudian en un colegio de inspiración cristiana. Juan trabaja como ingeniero en una multinacional. El horario es exigente y con frecuencia llega tarde a casa, sea por presiones de su jefe, o bien porque últimamente tiende a refugiarse en su trabajo. Como consecuencia, dedica poco tiempo a los hijos; y es difícil que pueda asistir con su mujer a las reuniones de orientación familiar que hay en el colegio. No obstante, el matrimonio trata de concertar, de vez en cuando, alguna cita con los tutores de sus hijos.
Marta está un poco preocupada con Félix, ya que desde hace algunos meses está notando un cambio en su actitud. Se acercan las vacaciones, y no está segura de que el plan habitual –trasladarse a un apartamento de propiedad, cerca del mar– sea el mejor para la familia. En los últimos años han proliferado los bares y discotecas, y el ambiente en la zona más próxima a la playa es bastante indecente. En los pasados veranos, Marta evitaba estos lugares, y organizaba con sus hijos otras salidas; pero ahora tiene la impresión de que Félix insistirá constantemente en “hacer lo mismo que mis amigos”: pasear en bicicleta por los alrededores del pueblo, terminar la mañana en la playa, y reunirse en la plaza mayor por la tarde.
Un mes antes de las vacaciones, Marta decide plantear a su marido una alternativa para el verano: alquilar un pequeño chalet en una zona de montaña, cerca de la casa de sus padres. Juan, que está agobiado en la empresa por el exceso de trabajo, no quiere oír hablar del tema: conseguir un inmueble con tan poca antelación implica un gasto muy grande, pues los precios se disparan; lo mejor, dice, es repetir el plan habitual, y pensar con más calma las cosas, para el año próximo.
Como Marta temía, una vez llegados al lugar de veraneo, Félix ya no quiere participar en las salidas con su madre y sus hermanos pequeños; prefiere ir con su pandilla de amigos. En casa está distraído, ensimismado, contesta de forma brusca y se olvida de sus tareas; a su madre le preocupan especialmente sus evasivas y que rehúse hablar abiertamente con ella. Su marido sigue trabajando en la ciudad, y se reúne con la familia durante el fin de semana. Cuando los esposos logran por fin hablar con tranquilidad, Marta comenta con Juan los cambios que está notando en el hijo mayor. Juan le da largas, quitando importancia al asunto; en el fondo, cree que Marta protege demasiado a sus hijos.
El sábado siguiente, Félix pide permiso a sus padres para ir a casa de Carlos, un amigo suyo, y cenar allí. Juan y Marta acceden sin problemas: conocen un poco a la familia de Carlos, y les parece gente normal. Más tarde, Juan y Marta salen a tomar algo en un bar céntrico, con la idea de recoger luego a Félix. Al pasar por delante de una de las más conocidas discotecas light de la zona, ven salir del local a un grupo de chicos y chicas. Se llevan una gran sorpresa cuando distinguen entre los jóvenes a su hijo Félix, con una actitud eufórica, como si hubiese bebido más de la cuenta. Se lo llevan inmediatamente a casa. Después de aguantar la bronca de su padre con lágrimas en los ojos, Félix no dice nada y se encierra en su habitación. A Marta le gustaría que su hijo les contara lo que pasa, pero no hay mucho espacio para el diálogo, en parte por la actitud de Juan: trata con dureza a su hijo, y no se muestra muy dispuesto a hablar con él. Por supuesto, le ha prohibido volver a salir.
Félix se siente incomprendido, piensa que le están quitando libertad y que ya tiene edad para salir con sus amigos. En el fondo, Juan y Marta no saben qué hacer, salvo aguantar como puedan el resto de las vacaciones. Tras algunos días, rebajan el castigo a su hijo, y logran, al menos en apariencia, que haya una relativa paz en casa.
De vuelta a la ciudad donde residen normalmente, llaman a un matrimonio amigo, con buen criterio y experiencia (tienen 6 hijos), para que les aconsejen.
Se pregunta:
– ¿Qué consejos puede dar este matrimonio a Marta y a Juan?